EL FIN DEL CAMINO

La vida es un bucle, todo termina en el inicio.

Después de llegar al final del camino de Santiago, teníamos la idea de seguir mochileando por Portugal. Porto, Lisboa, Faro eran algunas de la ciudades de la lista. En Compostela compramos un libro de viajes. Estaba casi todo listo. Pero no fue posible seguir.

El camino es más que una caminata, un viaje o unas vacaciones. De hecho no es nada de eso. Es una experiencia de vida y es necesario darle el tiempo posterior para reflexionar y ir entendiendo cada una de las vivencias. Hay que darle su lugar, hay que procesarlo.

Es que viajar no es acumular visas y sellos en el pasaporte. Viajar no es marcar con rojo los países visitados. Es más que todo entender las diferentes formas de habitar la Tierra. Y cada nueva experiencia nos cambia, nos hace entender cosas y desechar ideas también. Viajar es no dejar de sorprenderse.

En algo más de dos meses volvemos a Ecuador. Asi que el mejor viaje que podemos hacer después del camino, es el del corazón: compartir, reir, jugar, comer, conversar y abrazar a nuestra familia francesa.

Padres, hermanos, primos, sobrinos, tíos, amigos y Chikitina nos esperan. No saben la fecha. Perfecta condición para llegar y darles la sorpresa.

Asi que (como siempre en nuestro ritmo diferente de vivir) cambios de ruta a último minuto: Volvemos a Francia, al inicio, a Conques.

Después de 20 horas terribles en bus (Santiago de Compostela -Toulouse) y seis horas haciendo dedo…

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…llegamos a Conques.

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La casa de la familia está a 7 kms así que no era necesario entrar al pueblo, más creímos divertido tomarnos una foto en el exacto punto de partida, antes de llegar a darles la sorpresa.

Pero el azar nos sorprendió a nosotros al encontrar en el lugar de la foto a !toda la familia reunida! Nos dirigímos a ellos sin poder creerlo. Remy no aguanta la emoción y corre (mientras grita) a sorprender a su mamá quien de inmediato suelta las lágrimas más emotivas del mundo, las de las madres.
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Hace tres días que disfrutamos de la hermosa compañía familiar, de las delicias gastronomicas de la Francia, de unos días de tranquilidad en el calmo pueblo de Grand Vabre y las noches en una cama llena de calor de hogar y Chikitina a nuestros pies. Ahora si, el camino terminó.

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